miércoles, 17 de septiembre de 2008

Avaricia - de la serie sentimientos humanos

Sólo unos cuantos tenían la fortuna de estar en ese piso: directivos de empresas transnacionales, ejecutivos importantes, ególatras del año y allí estaba también el canoso de los años hundidos entre tanta marquesina de oropel que cegaba a todo aquél que pedía de su apoyo.

Un peso es un peso y cuesta trabajo ganarlo se decía. Esa mañana después de su vulgar café no se percato de todos aquellos que gritan a su alrededor pidiendo una redención para salvar el día. El acomodador de vehículos con la hija en silla de ruedas, la mujer de las flores meláncolias, el trovador de las esquinas descorazonadas y todos esos sujetos que no hacían más deplorable su día mientras la bolsa amenazaba con deprimirse.

Y entre tanta inmundicia él se ufanaba de lo mucho que tenía, no era capaz de soltar un peso mientras sus empleados le demandaban mejores condiciones. Pero la ley de la vida así es, se cobra de todas, todas sin excepción de intereses. La hora de la comida llegaba como alivio ya ue era un momento de apaciguar el cupero mientras esperaba noticias de los cierres.

Sin embargo ese día no pintaba del todo bien, la lluvia amenazaba con ensuciar aquel jaguar verde, símbolo de opulencia de un país de pobres. Pensaba que la vida había sido bondadosa con él a pesar de las injusticias que se cometían en casa. No le bastó con detenerse frente a un espejo y ser testigo de esa tesitura de piel que surcaba las arrugas de la ruindad con la que había tratado a todo su alrededor. Y sin embargo hacía era él, con dinero se puede comprar todo, amistades, amores, salud, relaciones y todo lo que era y hasta ese momento tenía sabia que tenía un precio, corto o alto pero todo se podía remediar.

Males del siglo XIX que son el poder en manos de los que no deben, y es que el poder no conoce dueño ni límites y no es del que más tiene, sino del que más miedo crea en su entorno. Esa tarde sabría que el poder no es sólo suyo ni que tiene precio... A las 4 de la tarde sono el localizador exclusivo que valía lo que el hambre de una familia. Era ella y estaba confundida, perdida, hundida y derrotada: Mataron a Andrés, tu hijo esta muerto.

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