domingo, 21 de septiembre de 2008

Soberbia - de la serie sentimientos humanos

En un inicio el ángel alado era la mano derecha del todo poderoso, no le bastaba ser el segundo hasta que se dio cuenta que hay un sentimiento que todo lo mata... un día su enojo lo llevo a cometer el pecado madre de muchos sentimientos que conocemos, lo retó y se avento al pozo del averno, a cear un mundo distinto, lejos de todo lo bueno sin importar el quien ni el como sino el hacer por el momento arrastrando todo a su paso como aquel

La tarde de lluvia no hacía más que alimentar las llamas de mi recuerdo, eran más allá de las dos de la tarde cuando encendí el equipo portatil para perderme en los suculentos placeres que provoca el internet en los días de mayor intranquilidad que en mi existir actual son los domingos.
Sin meditar allí estaba aquel ente, cobijado bajo su aura fantasmal y temible que no dejaba de ser el elixir que inyectaba vida a la agonía que estaba viviendo. Con un hola a veces transformaba el mundo pero también con un hola desquebraja las esperanzas depositadas en él.

Hablando por más de 90 minutos entre reclamos y cobardes oraciones que no hacían más que atizar las brazas de la memoria. No era el buscar responsabilidades sino echar las culpas de nuestros pecados en las espaldas del otro, en mí no era la posibilidad de sabotear mi duelo sino encontrar una respiro a mi turbia alma.

Se dio el encuentro casual, no fugaz, premeditado en odio que no creí que sientiera por mí. Hablamos y nos entregamos a esa orgía de palabras rodeados de besos lacerantes y abrazos despreciativos. Nos bañamos como si el agua purificadora y los humos que emana nos hicieran ser mejores personas, cambiaran nuestra realidad o tocaran las fibras sensibles de una fantasía a punto del colapso.

No es lo mismo la pasión de dos seres que se aman a uno que aborrece y otro que desprecia. Caricias malgastadas dentro del circo de lo disparatado. Trate de eximir mis necesidades en tus brazos que no eran más que lenguas de azufre que quemaban toda esperanza depositada en aquel cuarto naranja. Y allí estaba escuchando tus palabras tan utópicas como inciertas, llenas de sin razón, ambivalentes.

Como era posible que devastaras a un ser humano de esa forma como lo haces. La discordancia de tus palabras no eran más que el descubierto de un alma joven llena de soberbia y orgullo incapaz de mitigar su propio sufrimiento y desafiar el presente. Tus íconos se desquebrajaron, tu figura se esfumo y con ello mi propia existencia. Tu orgullo pudo más y te llevaste la victoria esa tarde de desaciertos.

Quise tener alas pero tu lengua de fuego me hubiera quemado en pleno vuelo, quise descubrir tu interior infantil pero me encontre con un valle de sombras y llena de tus propios demonios; quise rescatarte pero sabía que mientras lo hacía me ibas depositando poco a poco dentro del fango del infortunio... no corri porque no me dejaste salir, y me quede escuchando tu insana forma de como afrentas las cosas.

Mire por la ventana y vi correr gente... la soberbia había actuado. Tu orgullo cegador se disipa mejor que las buenas acciones y alcanzó a ese hombre que no pudo contener su enojo y mato a 7 personas. La primera cayó a 20 metros con la cara desquebrajada y su vanagloria volada en mil pedazos.

La segunda a muchos kilometros de allí en aquel cuarto de oropel con un hombre rendido ante los éxitos de su vida pero con la vida perdida. La tercera con los sueños de esa mujer viviendo a través de los otros y creando sus propias interpretaciones que nunca podrán ser suyas y que desesperadamente iría a re encontrarse con su realidad sin saber que aquel que tanto aborreció finalmente se canso de la usanza de los últimos 50 años cuando vio los errores de un honorable ciudadano obeso que se equivoco en el intento de ser heroe y termino sus días al lado de sus propias víctimas que son ahora sus verdugos.

Ante aquel festin de sangre y de sentimientos humanos el hombre se metió el arma a la boca y accionó el gatillo, la bala atravesó su cabeza y su camino siguió hasta el centro de aquella vidriera donde me encontraba de pie, observado... Destrozo mi corazón desgarrando músculos, pulmones arterias, salió por mi espalda atravesó el cuarto anaranjando y fue a terminar en la mano de aquel ente orgulloso, sonriente, que observo toda la escena a través de un enorme espejo que no refejaba nada más que sus enormes ojos llenos de soberbia.

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