Papá mayor ha llegado a los sesenta y entre la fe matutina y las primeras llamadas de ese día recuerda el punto de donde partió algún día. Papá mayor nació en las tierras nombradas como Huijazoo, Atalaya de guerreros, una tierra de historias y leyendas enigmáticas. Bajo esos relatos paso sus primero años al lado de los brazos y cuidados de María, los juegos infantiles en casa del abuelo y cuidando aquella mascota de grandes orejas que una mañana sucumbió en una triste jornada.
Papá mayor arribo a la ciudad, conoció el basketball, los sonidos de las clarines y tambores de guerras jamás cruzadas, las glorias de escuelas militares. Deambuló en las viejas calles de una Puebla antigua, expectante de la historia que construiría y que quizás no concibió así en aquél momento. Las amistades de la facultad, las lealtades infinitas y que dentro de la medicina encontró un sentido de vida. La creación de vidas y la mejora de esta misma.
Octubre de 1974. Papá mayor se ha casado y junto con mamá ha sabido hilvanar una historia capaz que algo terrible parezca un cuento. De aquí a Mérida, a ciudad de México y finalmente cumpliendo aquella ley que dice que el hombre regresa a los lugares donde ha sido feliz. Y llego Sandra y con ella la esperanza que genera el poder de la familia, aquél alumbramiento permitió a papá mayor conocer la coraza que vistió durante esos días de desasosiego. Luego conoció la fortaleza de Marco aquellas noches de enero de 1981 mientras su hijo pendía de un hilo y la del tercero estaba en camino.
Perpetuas jornadas que crearon el quinteto perfecto, la familia anhelada estaba formada. Papá mayor les ha visto crecer y entender a cada uno de esos pequeños sistemas, total a nadie se le enseña a ser padre y muy a pesar de las conexión inmaculada entre hijos y madre. Papá ha sabido darle su lugar, respetar decisiones, inquietudes de otros tiempos… y en el mundo de papá sabe que nunca dejara de velar por ellos.
Crecieron, la mayor se caso, el otro no deja la casa y el tercero nunca esta en ella pero aún así siguen siendo una familia. Finalmente para sus adentros papá mayor sabe que el también lo hizo, salió y no regreso al viejo Huijazoo.
Papá mayor se despierta esa mañana de miércoles, se persigna y agradece a Dios que le devuelva la vida de nuevo y de llegar a los sesenta… mamá a su lado le da un abrazo y le dice felicidades viejo, se levanta y papá se queda en cama unos instantes más.
Puede observar entre las dunas de la sábana el cuerpo forjado por el tiempo y en el espejo de junto su rostro lleno de líneas, arrugas y las huellas inequívocas del paso del tiempo, piensa que no ha sido en vano.
Cierra por un momento los ojos y en aquel mar de sueños y recuerdos pasa la vida en un instante: el laurel de las sombras apaciguadoras de Huitzo, las aventuras en los carruseles de paso, la risas de maría, los años en la banda de guerra, los de las mañanas frías de la facultad, los cielos testigos de la boda, la partida de mamá… navidades, enfermedades de hijos y cada una de las huellas que los hacen y el aprendió a vivir con ellos, la jubilación, las noches de funerales, vino y rondas.. y suspira, desde aquí puedo percibir la trémula respiración que lo regresa al mundo cuando a lo lejos escucha los pequeños pasos de la generación tercera que ha logrado.
Los recuerdos le avecinan más no atormentan, cada paso acercándose es un latido que le hace ver que toda la vida es ahora y que esta historia aún cuenta con hojas por escribir.
De todas las vivencias que he tenido al lado de René, me quedo con aquella que viví el 14 de septiembre de 2005 en las salas de espera de un incierto lugar; esa mañana mientras esperaba las noticias del nacimiento lo observe salir, camino hasta donde estábamos y con un rostro que mis palabras jamás alcanzaran a decir esa emoción reflejada en su rostro dijo a mamá “ya nació mi nieto, y esta bien fuerte”… se abrazaron aquellos cuerpos y allí se detuvo el tiempo y quedo marcado en las retinas de este escribano… lo que paso después es otra historia por contar que pueden leer en este blog.
Gracias!
Papá mayor arribo a la ciudad, conoció el basketball, los sonidos de las clarines y tambores de guerras jamás cruzadas, las glorias de escuelas militares. Deambuló en las viejas calles de una Puebla antigua, expectante de la historia que construiría y que quizás no concibió así en aquél momento. Las amistades de la facultad, las lealtades infinitas y que dentro de la medicina encontró un sentido de vida. La creación de vidas y la mejora de esta misma.
Octubre de 1974. Papá mayor se ha casado y junto con mamá ha sabido hilvanar una historia capaz que algo terrible parezca un cuento. De aquí a Mérida, a ciudad de México y finalmente cumpliendo aquella ley que dice que el hombre regresa a los lugares donde ha sido feliz. Y llego Sandra y con ella la esperanza que genera el poder de la familia, aquél alumbramiento permitió a papá mayor conocer la coraza que vistió durante esos días de desasosiego. Luego conoció la fortaleza de Marco aquellas noches de enero de 1981 mientras su hijo pendía de un hilo y la del tercero estaba en camino.
Perpetuas jornadas que crearon el quinteto perfecto, la familia anhelada estaba formada. Papá mayor les ha visto crecer y entender a cada uno de esos pequeños sistemas, total a nadie se le enseña a ser padre y muy a pesar de las conexión inmaculada entre hijos y madre. Papá ha sabido darle su lugar, respetar decisiones, inquietudes de otros tiempos… y en el mundo de papá sabe que nunca dejara de velar por ellos.
Crecieron, la mayor se caso, el otro no deja la casa y el tercero nunca esta en ella pero aún así siguen siendo una familia. Finalmente para sus adentros papá mayor sabe que el también lo hizo, salió y no regreso al viejo Huijazoo.
Papá mayor se despierta esa mañana de miércoles, se persigna y agradece a Dios que le devuelva la vida de nuevo y de llegar a los sesenta… mamá a su lado le da un abrazo y le dice felicidades viejo, se levanta y papá se queda en cama unos instantes más.
Puede observar entre las dunas de la sábana el cuerpo forjado por el tiempo y en el espejo de junto su rostro lleno de líneas, arrugas y las huellas inequívocas del paso del tiempo, piensa que no ha sido en vano.
Cierra por un momento los ojos y en aquel mar de sueños y recuerdos pasa la vida en un instante: el laurel de las sombras apaciguadoras de Huitzo, las aventuras en los carruseles de paso, la risas de maría, los años en la banda de guerra, los de las mañanas frías de la facultad, los cielos testigos de la boda, la partida de mamá… navidades, enfermedades de hijos y cada una de las huellas que los hacen y el aprendió a vivir con ellos, la jubilación, las noches de funerales, vino y rondas.. y suspira, desde aquí puedo percibir la trémula respiración que lo regresa al mundo cuando a lo lejos escucha los pequeños pasos de la generación tercera que ha logrado.
Los recuerdos le avecinan más no atormentan, cada paso acercándose es un latido que le hace ver que toda la vida es ahora y que esta historia aún cuenta con hojas por escribir.
De todas las vivencias que he tenido al lado de René, me quedo con aquella que viví el 14 de septiembre de 2005 en las salas de espera de un incierto lugar; esa mañana mientras esperaba las noticias del nacimiento lo observe salir, camino hasta donde estábamos y con un rostro que mis palabras jamás alcanzaran a decir esa emoción reflejada en su rostro dijo a mamá “ya nació mi nieto, y esta bien fuerte”… se abrazaron aquellos cuerpos y allí se detuvo el tiempo y quedo marcado en las retinas de este escribano… lo que paso después es otra historia por contar que pueden leer en este blog.
Gracias!